1.- El poder de la visualización
Imaginar quiere decir ver mentalmente objetos, personas y situaciones. La imaginación es una actividad mental que tiene varios niveles, que van desde la observación simple hasta la fantasía simbólica. Los ejercicios que proponemos en este apartado siguen esta secuencia, partiendo de objetos y situaciones reales para ir desembocando progresivamente en una temática fantástico-simbólica.
En nuestra imaginación, podemos visitar el planeta que queramos, podemos ser la persona que siempre hemos querido ser, podemos ir a donde nos plazca, retroceder hacia el pasado para sanar y superar un conflicto, o proyectarnos hacia el futuro para diseñarlo a la medida de nuestros deseos… Nada hay de mágico o misterioso en estas prácticas. Sucede que la dimensión en la que normalmente nos desenvolvemos, y a la que llamamos real, es tan sólo una parte mínima de la realidad total, justamente aquélla que captamos con nuestra mente consciente en nuestro estado de vigilia. Pero… hay más dimensiones, más niveles de conciencia, y por encima y por debajo de la conciencia normal hay vastas regiones, espacios ilimitados donde podemos entrar a voluntad con un adecuado entrenamiento. Se les conoce con los nombres de dimensión supraconsciente y dimensión subconsciente.
No somos seres aislados, nuestro verdadero ser no termina en nuestra piel, ya que no hay fronteras para el verdadero “Yo”. El universo es un todo orgánico, un inmenso “cuerpo místico”, donde todos sus miembros y órganos están interrelacionados. Todo es Uno, esta es la enseñanza de la filosofía perenne. La energía que circula por nuestro cuerpo es la misma que hace arder las estrellas (por lo demás, ¿no venimos de ellas?). Sólo hay una Mente, aunque distintos aspectos según su grado de vibración. Si esto es así, al dominar una vibración en nosotros, podremos también dominarla en cualquier parte del universo donde también se encuentre; al acceder a un determinado nivel, accederemos también al depósito universal de la energía que vibra en ese nivel. Hagamos lo que hagamos a nivel interno, desembocaremos siempre en el infinito. De ahí viene nuestro poder, y podremos usarlo para lo que deseemos. Por ejemplo, para curar a una persona a distancia, pues la mente de esa persona es idéntica a la mía.
Una de las leyes de la energía dice que una energía de determinadas características y vibración tiende a atraer energías de características vibratorias similares. El pensamiento es una forma de energía rápida, ligera y móvil, que se manifiesta instantáneamente. Cuando creamos algo, siempre lo creamos en primer lugar en forma de pensamiento, precediendo siempre la idea a su manifestación real: “Voy a hacer la cena” es la idea que precede a la preparación de una comida; “necesito un nuevo empleo” es el pensamiento previo a encontrarlo.
Los pensamientos son imágenes y palabras. La idea es como una película fotográfica: crea una imagen de la forma, que luego se magnetiza y conduce la energía física para que fluya esa forma y pueda llegar a manifestarse en el plano físico. Este principio sigue siendo válido aunque no emprendamos una acción física directa para que nuestras ideas se materialicen. El mero hecho de tener una idea o pensamiento alojados en nuestra mente, es una energía que tenderá a atraer y crear la forma en el plano material. Si pensamos constantemente en la enfermedad, acabaremos enfermando. Si pensamos en nosotros mismos como algo hermoso, acabaremos siéndolo.
Como consecuencia de este principio universal, atraemos a nuestra vida aquello en lo que pensamos más intensamente, aquello en lo que creemos con más fuerza, aquello que deseamos con mayor vehemencia, lo que imaginamos de un modo más real.
Un viajero, después de caminar muchas horas bajo el sol, llegó a una gran llanura y, sintiéndose exhausto, cubierto de sudor, se sentó a la sombra de un árbol para descansar un rato. Enseguida comenzó a pensar que sería delicioso tener un mullido lecho para dormir. El viajero no tenía ni la más remota idea de que estaba sentado debajo del árbol celestial. Tan pronto como surgió en su mente aquel pensamiento, vio aparecer a su lado una hermosa cama. Quedó muy sorprendido, pero no tardó en acostarse en ella.
Luego, pensó cuán placentero sería que una joven doncella viniera y le hiciera masajes en las piernas. Al momento, vio aparecer a una doncella, que se sentó a sus pies y comenzó a frotar suavemente sus piernas. El viajero se sintió enormemente feliz.
Enseguida tuvo hambre y pensó: «He tenido todo lo que he deseado; ¿no podría ahora conseguir algo para comer?» De inmediato apareció ante él un plato lleno de deliciosos manjares. Comió alegremente y habiendo quedado satisfecho por completo, volvió a tenderse sobre el lecho. Luego, comenzó a repasar en su mente los sucesos del día. Ocupado en esto, pensó: «¡Y si un tigre me atacara de repente!» Al instante, un gran tigre saltó sobre él, le quebró la nuca y comenzó a devorarle. De este modo, el viajero perdió su vida.
Partiendo de este principio básico, las técnicas de imaginación que desarrollaremos a continuación tienen el objetivo global de cambiar algo negativo que tenemos, y conseguir algo positivo que deseamos tener.
Fields of innocence ©http://princess-of-shadows.deviantart.com
La técnica es bien simple: consiste en proyectar en nuestra pantalla mental una situación en la que el cambio ya se ha producido, viviéndolo y experimentándolo como real, como si ya viviéramos la situación deseada. Esta imagen mental deberá ser lo más clara posible, y muy concreta, con el mayor número posible de detalles, con el fin de dar más corporeidad y credibilidad a dicha imagen, y así poderla grabar más profundamente en nuestro subconsciente. Para ello, es fundamental recurrir a la sensorialidad, añadiendo colores, olores, formas, sonidos…
No olvidemos que nuestro discurso va dirigido a la dimensión subconsciente, la cual es absolutamente primaria, con muchas características infantiles y prerracionales, y funciona con símbolos, imágenes y arquetipos. La escena coloreada, sonora, olorosa y táctil que enviamos a ese estrato de nuestro ser no es sino un código simbólico donde va implícita una información cifrada, ya que dicho simbolismo es el que asimila nuestro subconsciente.
También es importante durante estas prácticas usar el poder sugestivo de las palabras, en forma de breves afirmaciones positivas donde, con una frase, se exprese lo que deseamos conseguir. Estas afirmaciones deben hacerse siempre en primera persona, y tienen que formular el deseo en su forma positiva, por ejemplo, la afirmación:
«No siento dolor en mi estómago».
Es incorrecta, pues está en forma negativa. Sería mejor usar la siguiente:
«Mi estómago está sano y fuerte».
Si usamos el poder de una mente centrada y aquietada, y lo focalizamos sobre una imagen clara de algo que queramos conseguir, nuestro subconsciente, conectado a la mente Universal, no tardará en dar forma a nuestros sueños.
2.- El viaje
Peace of mind ©http://sadistikid.deviantart.com
Me traslado ahora con la imaginación a un momento de mi futuro… viajo a un lugar concreto, lo visualizo con el mayor número posible de detalles… ¿Cómo es ese lugar?… ¿Estoy solo, o hay alguien conmigo?… ¿Cuándo tiene lugar esa escena: en un futuro lejano o cercano?…
Ahora voy a imaginar que, en ese lugar y en ese momento, he encontrado por fin algo que estaba buscando desde hacía mucho tiempo, algo muy importante para mí, algo de lo que tenía real necesidad… ¿Qué es lo que he encontrado? ¿Es algo material? ¿Es una persona? ¿Es un estado interno de felicidad, paz, plenitud?… Sea lo que sea, me visualizo como si ya lo hubiera conseguido… ¿Cómo me siento? Dedico un rato a saborear la experiencia, a sentir intensamente, a grabar la escena en mi memoria, con todo lujo de detalles… me digo alguna frase corta para expresar que he conseguido lo que deseaba…
Para finalizar, envío una intensa energía positiva a la escena en forma de color rosa… la envuelvo con ese color, y la libero, dejándola flotar en el universo… a la vez que me digo esta frase tres veces:
“ESTO, O AlGO MEJOR, SE HACE PRESENTE AQUÍ Y AHORA DE UNA FORMA TOTALMENTE SATISFACTORIA Y ARMONIOSA, PARA MAYOR BIEN MÍO Y DE TODOS AQUÉLLOS A QUIENES AFECTA”.
3.- La celebración
Visualizo una escena del pasado en la que me sentí profundamente amado… Reconstruyo esa escena con el mayor número de detalles, exactamente como si la estuviera viviendo ahora por primera vez…
¿Cómo me fue expresado ese amor? ¿Con palabras? ¿Con un regalo? ¿Fue una mirada, o algún otro gesto? ¿Fue un acto de servicio y de entrega que me hicieron?… Me recreo en la escena, hasta que vuelva a sentir algo de la alegría que sentí cuando tuvo lugar aquel hecho.
Vuelvo ahora a un momento de mi vida en el que experimenté una alegría profunda… ¿Qué causa hizo que sintiera aquel gozo?… Reconstruyo la escena con toda claridad, con todos sus detalles, hasta que sea capaz de volver a sentir aquella alegría de nuevo… Disfruto con ella el mayor tiempo posible…
4.- La redención
Regreso a un momento de mi pasado en el que experimenté dolor, sufrimiento, o algún tipo de aflicción o daño… Reconstruyo mentalmente la escena en sus detalles… ¿Cuál fue la causa de mi sufrimiento? ¿Fue algo que me ocurrió? ¿Fue la causa una persona que me hizo daño? Trato de entender por qué aquel hecho me produjo dolor…
A la vez que revivo esa aflicción, intento ver si de aquel hecho ha salido algo positivo, algo que me haya hecho aprender, algo que después, con el correr del tiempo, haya tenido consecuencias positivas para mi vida… Veo qué cosas positivas que tengo ahora se originaron en aquel acontecimiento, aparentemente doloroso…
5.- La liberación
Visualizo ahora una persona, de mi pasado o de mi presente, con la que siento que tengo algo pendiente… Puede ser una persona contra la que esté resentido por algún daño que me hizo… Puede ser una persona con la que me haya portado mal, a la que he hecho algún tipo de daño que quiera reparar… Puede ser alguien con quien quiera mejorar mi relación, superando rencores y malentendidos…
¿Quién es esa persona? ¿A quién he elegido?… Imagino que la tengo delante de mí, mirándome… Me fijo en todos los detalles de su rostro… Ahora le hablo, y le digo todo aquello que me salga del corazón, de la manera más viva que pueda, como si me estuviera escuchando realmente… Vacío mi corazón de los sentimientos que esa persona me inspira… Puedo expresarle rabia y resentimiento, aunque sea con palabras duras… O quizá mis palabras expresen mi deseo de ser perdonado por ella de algo malo que le hice…
Ahora me convierto en esa persona, y trato de ver desde su punto de vista la totalidad del incidente que ha producido mi resentimiento o mi arrepentimiento… ¿Cómo me siento mientras la escucho? ¿Cuál es su punto de vista sobre el conflicto que hay entre nosotros?…
Proseguimos el diálogo durante un rato, de la manera más real y vívida posible… siendo a veces yo mismo, y en ocasiones la otra persona… ¿Qué me digo a mí mismo mientras soy esa persona?…
Ahora me despido de ella, pero antes le digo algo que exprese lo que he aprendido de la experiencia… ¿Han cambiado mis sentimientos hacia la otra persona? ¿Qué cosas son las que veo ahora desde un nuevo punto de vista?… Se lo digo… Y escucho su despedida, las palabras que me dirige antes de desaparecer…
6.- La unción
Visualizo ahora en mi pantalla mental a una persona que conozca, que tenga algún tipo de necesidad… Puede ser que tenga problemas de salud, o de otro tipo… Imagino perfectamente cómo es, y la llamo por su nombre…
¿Cuál es el problema que tiene esa persona?… Para descubrir su causa, me imagino que entro dentro de ella, que me introduzco en su cuerpo, y, una vez allí, paso revista a sus órganos, chequeándola, a fin de averiguar la naturaleza de su conflicto… Dedico un rato a esta operación, dejándome llevar por mi intuición… Al final, me convierto en esta persona, me imagino que yo soy su cuerpo, y me digo a mí mismo claramente dónde está la raíz del problema… Lo formulo claramente y con precisión…
Ahora soy yo mismo nuevamente, y le digo a esa persona lo que he descubierto sobre su problema, sobre su causa, sus consecuencias, y sus soluciones, como si fuera un médico con su paciente… Escucho lo que la otra persona me responde…
Voy a aplicar ahora la solución o soluciones que he descubierto… Me imagino que lo estoy haciendo, que estoy sanándola, que estoy resolviendo los conflictos de esa persona… Utilizo todo lo que considero conveniente… medicinas, palabras, colores… Ahora visualizo a esa persona completamente restablecida de su problema, imagino su rostro de la forma más positiva posible, lleno de vitalidad y alegría, sonriente y sereno… Me convierto de nuevo en ella, disfrutando de la solución del problema…
Para finalizar, la envuelvo con energía amorosa en forma de color rosa, la envío una intención clara de amor… Escucho si tiene algo que decirme antes de que se despida de mí… Me despido de ella…
7.- El síntoma
Practico algún ejercicio de toma de conciencia de las sensaciones corporales… Dedico a esto unos minutos, procurando darme cuenta de todo lo que percibo…
Ahora selecciono una sensación corporal de molestia que tenga, un síntoma físico que me preocupe y que sienta ahora mismo, o que tenga repetidamente en mi vida diaria, aun cuando ahora no aparezca… En este último caso, procuro recrear claramente esa sensación de malestar… Fijo mi atención en esa molestia, y tomo conciencia clara del mismo… ¿Qué partes de mi cuerpo están afectadas por ese síntoma y qué sensaciones siento en tales partes?… Presto particular atención a las sensaciones de dolor y tensión… Intento aceptar completamente ese malestar, dejándolo entrar libremente en mi conciencia…
Ahora veo si puedo exagerar ese síntoma, aumentándolo… y luego veo si puedo reducirlo librándome de él de alguna manera… Me tomo un poco más de tiempo para explorar mejor el síntoma y tomar más conciencia de sus sensaciones…
Me convierto ahora en ese síntoma… ¿Cómo soy? ¿Cuáles son mis características y qué me estoy haciendo a mí mismo?… Me hablo a mí mismo siendo el síntoma, diciéndome qué hago y cómo, y por qué actúo así, y los efectos que pretendo conseguir con esa actitud.
Ahora soy yo mismo nuevamente, y le respondo al síntoma… ¿Qué le contesto y cómo me siento mientras lo hago?…
Vuelvo a convertirme en el síntoma y prosigo el diálogo… ¿Cómo me siento ahora siendo otra vez el síntoma y qué digo?… Ahora le digo a esa persona (yo) qué estoy haciendo por él… ¿De qué manera le es útil o le facilita la vida?… ¿Qué le ayuda a evitar?… ¿Qué otras cosas puedo decir como síntoma…?
Ahora soy otra vez yo mismo… ¿Qué respondo?… Continúo el diálogo durante un rato, alternando papeles… Me fijo en qué cosas descubro en ese diálogo…
Mantengo los ojos cerrados y recapacito en silencio sobre la experiencia…
8.- El olvido
Piense en una circunstancia negativa que tenga ahora en su vida, en un problema que le preocupe, en una situación que le incomode… Cree un símbolo para ese problema, con una forma y un color (por ejemplo, un dolor de cabeza puede ser una aguja pequeña, de color negro, y fría al tacto)… Imagine ahora que va por un prado verde, y se encuentra un árbol… Ahora, saque desde dentro de usted ese símbolo que le ha dado al problema y entiérrelo al pie de ese árbol, bajo un metro de tierra… Ahora se marcha, dejando allí su problema enterrado para siempre…
Esta es una técnica muy usada en la Programación Neuro-Lingüística, basada en el gran valor terapéutico de los símbolos. Es más fácil “ enterrar” un objeto concreto (una aguja, en la práctica que hemos explicado) que una idea abstracta (un dolor). Esto es así porque nuestro subconsciente trabaja mucho mejor con símbolos e imágenes que con abstracciones.
Podemos utilizar nuestra imaginación para crear otras maneras de deshacernos de nuestros problemas asociados a símbolos: tirarlos al fondo del mar, quemarlos en una hoguera, lanzarlos al espacio, hacerlos más pequeños hasta que desaparezcan, etc.
9.- El cambio
Esta práctica es una variante del ejercicio anterior. Consiste en asociar un problema con un símbolo, pero ahora, en vez de olvidarlo, intentaremos cambiarlo, transformando las características de ese símbolo en el sentido que deseemos, manipulando el objeto hasta que, con los nuevos colores, formas y sensaciones, creemos otro símbolo positivo que lo reemplace. Podemos proceder así:
Piense en un problema que tenga en su vida, en una situación que le preocupe o, simplemente, en algo que desee cambiar… Cree un símbolo para ese problema (por ejemplo, una bola negra y muy pesada para una situación de cansancio o depresión)… Visualice ese objeto, téngalo delante de usted, fijándose en sus características, sin pensar mucho… Póngale una etiqueta, un nombre a ese objeto… Por ejemplo: dolor, cansancio, tristeza… Ahora va usted a cambiar ese objeto, cambiando sus características por otras distintas… Por ejemplo, si el cansancio es una bola negra de plomo, cambie ahora su color, convirtiéndola en amarilla… Si es pesada, hágala ligera, muy ligera, como si estuviera llena de plumas… Vaya cambiando la forma, el color, el olor… Cuando lo haya hecho, póngase delante de ese nuevo objeto, disfrute con él, dándose cuenta de lo que siente ahora… Experimente alegría y paz al saber que su problema se ha evaporado… Ponga ahora un nuevo nombre a ese símbolo que ha creado (por ejemplo, descanso… salud… paz)… Siga disfrutando de ese bienestar…
10.- El santuario
Este ejercicio es el más importante de cuantos proponemos en este capítulo dedicado a la imaginación. En los cursos de control mental, al santuario suele llamársele “laboratorio”, lugar arquetípico al que nos proyectamos conscientemente después de haber “entrado en alfa”, es decir, una vez que nos hemos relajado profundamente, condición esencial para poder acceder a este santuario. Establecidos en este nivel e instalados en el laboratorio, se trabaja entonces sobre la “pantalla mental”, elemento básico de ese taller, en la cual se proyectan las imágenes que queremos trabajar. Otras veces se le llama “paisaje interior”, y este término es el que hemos elegido para designar un componente del santuario. Los otros dos elementos serían la construcción del refugio y el encuentro con el guía interno.
Llámese como se llame, este lugar imaginario es una representación de nuestro subconsciente, depósito de una sabiduría universal que todos tenemos dentro, aunque no seamos conscientes de ella. Crear el santuario es construir un escenario simbólico que nos permita acceder a ese nivel, mediante imágenes claramente diseñadas, pues el lenguaje simbólico es el instrumento más directo para efectuar la conexión con esa dimensión interna.
Creado el santuario, nos bastará acudir a él para relajarnos, y para realizar allí todas las operaciones imaginarias que deseemos, que, en este decorado especialmente acondicionado, tendrán mayor eficacia.
A.- El paisaje interior
Veo ahora mi pantalla mental… Me imagino que la tengo delante de mí… Ahora, voy a contar de uno a tres, y, cuando diga TRES, voy a proyectar en esa pantalla un paisaje, un lugar que yo elija, un sitio que me inspire relajación, paz, y armonía… Voy a decir ahora una lista de lugares, la repetiré tres veces, y voy a escoger uno de ellos, el que yo quiera, el que más me guste, el que más llame mi atención, el que más me atraiga… Un bosque… Un río… Un jardín… Un lago… La orilla de una playa… La cima de una montaña… Repito la lista… Y ya, ya he elegido mi paisaje, el lugar que más me gusta… Bien, contaré hasta tres, y, cuando diga TRES, proyectaré ese lugar en mi pantalla mental… TRES, y ya, he proyectado en mi pantalla mi paisaje, lo tengo delante de mí…
Voy ahora a examinar con todo cuidado mi lugar… ¿Qué color tienen los elementos de ese sitio? Me imagino en el centro, y me fijo en lo que hay a mi derecha… a mi izquierda… al fondo… ¿Cómo es el cielo?… ¿Qué sonidos escucho en este lugar? Escucho con atención… ¿Qué olores percibo?… ¿Qué temperatura hace?… Me imagino caminando por este escenario, acercándome a las cosas que veo, tocando, oliendo, escuchando… ¿Cómo voy vestido?… Ahora intento ver cómo me siento en este lugar… ¿Estoy contento, tranquilo, feliz y relajado? ¿Me encuentro completamente a gusto?… Examino cómo me encuentro estando en este maravilloso lugar… Ahora vuelvo a mirarlo todo otra vez, veo el paisaje entero… ¿Hay algo que quiera cambiar? Si es así, cambio las cosas que no me acaban de gustar… Las coloco como yo quiera… Sigo cambiando cosas, hasta que me parezca que el lugar ya está perfecto para mí… Vuelvo a verlo entero otra vez, y disfruto de la paz y la felicidad que me da este lugar tan hermoso…
Desde ahora, este lugar va a ser para mí un refugio, un lugar donde puedo acudir siempre que lo necesite, siempre que yo quiera… Y, siempre que esté aquí, voy a sentir esta paz y esta felicidad…
B.- El refugio
Me proyecto en mi santuario interior, me imagino que estoy en mi paisaje elegido… Dedico unos instantes a recorrer el lugar, viendo, escuchando los sonidos que hay en él, tocando… Observo todo con detalle… Ahora, en algún lugar de este paisaje, voy a edificar un refugio, una casa donde poder estar más a gusto, donde pueda descansar… Puede ser una casa… una cabaña… una iglesia… una ermita pequeña… una cueva… Elijo lo que más me guste, lo que más me atraiga… Ahora, voy a edificar ese refugio dentro de mi paisaje… ¿En qué lugar está…? ¿Qué es?… Veo las paredes… ¿De qué materiales son? ¿De piedra o de madera?… ¿Cómo son las puertas y ventanas?… Veo ahora claramente todos los colores de mi refugio… Observo ya todo terminado, veo el refugio entero… Ahora, encima de la puerta principal, o en el lugar más importante de mi refugio, voy a colocar una palabra o una frase corta que me inspire este sitio, una frase relajan que me dé paz y felicidad… Ahora, voy hacia la puerta o entrada, y me imagino que entro dentro de este sitio… ¿Dónde estoy ahora? ¿Qué cosas veo?… Observo detenidamente lo que me rodea… veo los muebles que hay… las paredes, las ventanas… Me siento o me tiendo en algún lugar cómodo, y siento que me relajo profundamente, mientras todo mi ser se llena de paz, de tranquilidad, de alegría…
C.- El Guía
Visualizo mi santuario, lo veo claramente con todo detalle… Ahora entro en él, me proyecto a ese lugar, y me imagino allí… Recreo un estado de paz y quietud internas…
Ahora, en algún lugar de mi santuario, voy a encontrarme con un hombre muy sabio, con un maestro que puede ayudarme a resolver todos mis problemas… Intento localizarle en algún punto… Imagino que lo veo acercarse hacia mí, lentamente… Según se aproxima, voy distinguiendo cómo es, voy fijándome en todos sus detalles… ¿Qué edad tiene? ¿Cómo viste? ¿Cuál es su aspecto? ¿Qué actitud tiene hacia mí? ¿En qué lugar de mi santuario vive?…
Cuando llega ante mí, nos saludamos, y me dice su nombre… Entonces, una vez que hemos cogido confianza, le formulo una pregunta sobre algo que es muy importante para mí… Mientras le hago esa pregunta, le miro fijamente para ver cómo reacciona ante lo que le pregunto… Él puede responderme con palabras, o con un gesto o con una acción, o mostrándome algo… ¿Qué tipo de respuesta me ha dado?…
Me convierto ahora en el hombre sabio… ¿Cómo me siento? ¿Cuál es mi actitud hacia el visitante que me hace la pregunta?… ¿Qué le respondo?… Luego, me convierto nuevamente en mí mismo, y prosigo el diálogo con el sabio… ¿Tengo alguna otra pregunta que hacerle?… ¿Qué siento hacia él?…
11.- El problema
“Centro mi atención en un problema que tenga planteado en mi vida, en una situación conflictiva que me gustaría resolver… Puede ser un pensamiento negativo insistente, una emoción negativa (temor, desconfianza, tristeza, depresión, angustia, culpa…), un recuerdo que me bloquea mi presente, una situación tensa con alguien, un síntoma físico de malestar o de enfermedad…”
Lo mejor sería practicar algún ejercicio de observación del flujo mental y seleccionar aquel pensamiento o tema negativo que más insistentemente ocupe nuestra mente, el que acuda con más frecuencia a nuestra conciencia, aunque en un principio pudiera parecernos trivial. Muchas veces lo que en principio creemos que es un problema grave no lo es tanto, mientras que hay temas que en apariencia no tienen relevancia, pero que son los que realmente nos preocupan y molestan, por hallarse profundamente enraizados en las capas internas de nuestro psiquismo. Estos son los que salen a la superficie cuando nos detenemos a observar nuestros pensamientos, y son los que deberíamos trabajar en este ejercicio.
Una vez elegido el tema-problema, enfocamos en él nuestra atención, dejando en completa libertad a nuestra mente para que piense en él de una forma espontánea, no dirigida. Se trata de conseguir que las capas más profundas de nuestra mente trabajen el tema, en base a asociaciones automáticas que el problema sugiera. Para ello, fijaremos nuestra atención en el “Yo” que observa el proceso desde fuera, y que no interviene directamente en él. Es como introducir el tema en una computadora, pulsar las teclas correspondientes, y luego esperar que la máquina trabaje por sí sola, procesando la información para, después de un rato, darnos la respuesta correcta a lo que demandábamos.
Cuando hayamos pensado el problema durante unos minutos, viene la segunda parte del ejercicio, la “retirada”, que consiste en desviar nuestra atención del problema, olvidarnos de él durante unos tres minutos, desplazando nuestra mente a otro objeto o sensación.
Para hacer esta retirada, podemos hacer varias cosas:
- Viajar a nuestro santuario, descansando allí unos minutos, sin acordarnos para nada del tema problemático.
- Tomar conciencia de nuestras sensaciones corporales (la respiración, por ejemplo).
- Fijar nuestra mente en una afirmación positiva que contrarreste la negatividad del problema. Si éste fuera, por ejemplo, una emoción de culpabilidad por algo pasado, podríamos repetirnos mentalmente la afirmación: “Ahora me libero de todo mi pasado. Es algo concluido, y me siento libre de él”… o alguna otra equivalente, esforzándonos por sentir el contenido de la frase.
Al cabo de unos tres minutos, volvemos nuevamente al problema, dejando que las ideas fluyan libremente, pero dándonos cuenta sí algo ha cambiado después de la retirada, si hay alguna solución, algún nuevo enfoque, alguna variación en el modo de encararlo.
Cuando sintamos la necesidad, hacemos la retirada nuevamente, para volver al tema otra vez cuando nos sintamos frescos. El ejercicio consta, pues, de fases de afrontamiento y fases de retirada, alternadamente.
Al terminar, revisamos la experiencia tranquilamente, percibiendo lo que hemos aprendido sobre el tema, las posibles soluciones que han aparecido en nuestra conciencia.
Sería conveniente concentrarse en el mismo problema durante varias sesiones seguidas, con el fin de enriquecer las aportaciones y lograr una mayor profundidad de las ideas aparecidas. En el caso de que alguna se repitiera, podríamos pensar que esa aportación nos está ofreciendo una vía real de trabajo.
Otra técnica útil es hacer el ejercicio por escrito, practicando lo que se suele llamar “escritura automática”, en el cual la mano se mueve libremente siguiendo la secuencia de los pensamientos automáticos que surgen desde nuestro estrato subconsciente. Esta variante es más fácil, al tener mayor concreción, y permite además tener un registro de los pensamientos, una muestra visible de ellos, con lo cual se evita la dificultad que supone el no acordarnos de lo que hemos pensado en el ejercicio. De todas maneras, se practique o no la escritura automática, es conveniente registrar por escrito las conclusiones que hemos aprendido sobre el tema al finalizar la práctica, de una forma clara y breve.
Otra posible variante consiste en hacer todo el ejercicio dentro del santuario. Al ser éste un paisaje simbólico de nuestro subconsciente, nos aseguraríamos entonces un enfoque más profundo del tema, más automático, lo cual es, repitámoslo, el objetivo esencial de esta práctica. Por otra parte, al ser el santuario un lugar de descanso, de reposo, lleno de connotaciones positivas, nos ayudaría a alejarnos emocionalmente del problema, a considerarlo desde una vertiente más relajada. Además, al ser el santuario el lugar donde está nuestro guía, podremos acudir a él para pedirle consejo y orientación, con lo cual nuestro problema tendrá otro punto de vista. En caso de realizar la técnica en el santuario, deberemos hacer la retirada de otra forma, usando para ello o bien las sensaciones corporales, o las afirmaciones.
Además de para resolver problemas, esta práctica es también útil para ayudarnos a clarificar objetivos importantes para nuestra vida : “¿Cómo sería si fuese la persona que realmente querría ser?”… “¿Cómo podría llegar a ser si desarrollara al máximo mis posibilidades?”… y otras preguntas parecidas, son aptas para trabajarlas con esta técnica, pues su respuesta es de tal envergadura e importancia, que es necesario implicar en ella a todos los niveles de nuestra personalidad. Otros ejemplos de preguntas podrían ser: “¿Cómo me gustaría poder amar? ¿Cuál es la causa real de que no pueda conseguir lo que quiero (dinero, amor, trabajo…)? ¿Cómo sería si fuese una persona más relajada? ¿Cuáles son mis sentimientos reales hacia tal persona?… Etc.
Fuente. http://www.laureanobenitez.com/visualizaciones_positivas.htm