¿Estás junto a la Pareja Perfecta?

Cada relación tiene un ciclo. Al principio, caes perdidamente enamorado: te anticipas a sus llamadas, quieren estar en contacto y se gustan sus costumbres. Enamorarse fue una experiencia completamente fácil y espontánea.

Pero después de unos meses o años de estar juntos, la euforia del amor se desvanece. Poco a poco, las llamadas telefónicas se convierten en una molestia, el contacto no es siempre bienvenido y las costumbres de tu cónyuge te irritan. Los síntomas de esta etapa varían con cada relación, pero se nota una gran diferencia entre la etapa inicial cuando estaban enamorados y una fase mucho más aburrida o con actitudes de enojo, incluso.

En este punto, tú y/o tu pareja pueden estarse preguntando “¿Estoy con la persona correcta?”. Y al reflexionar sobre la euforia del amor que una vez tuvieron, pueden empezar a desear esta experiencia con alguien más. Aquí es cuando las relaciones entran en conflicto.

La clave para tener éxito en una relación no es encontrar a la persona adecuada, sino aprender a amar a la persona encontrada.

La gente culpa a su pareja por su infelicidad y busca fuera lo que le hace falta.

Las atenciones extra-maritales vienen en todas las formas y tamaños. La infidelidad es lo más común, pero a veces la gente se envuelve en el trabajo, en un pasatiempo, en una amistad, televisión en exceso o sustancias de abuso. Pero la respuesta a este dilema no está fuera de su relación, sino dentro de uno mismo.

No estamos diciendo que no te puedes enamorar de alguien más. Sí puedes y temporalmente te sentirías mejor. Pero estarías en la misma situación unos años más tarde si no resuelves el conflicto que pasa en tu interior.

Mantener el amor no es una experiencia pasiva o espontánea. Tú tienes que trabajar en ello día tras día. Se necesita tiempo, esfuerzo y energía. Y lo más importante, exige sabiduría. Tú tienes que saber qué hacer para que funcione.

El Amor es por lo tanto una “decisión”, no es sólo un sentimiento.

Si hemos desarrollado la capacidad de amar y convivir, las virtudes y defectos de la persona con la que compartimos nuestra intimidad emocional, no serán tan importantes para inclinar la balanza.

Todos los seres humanos tenemos luces y sombras, y si bien al principio de una relación se ven tan sólo las luces, más tarde enfrentamos las sombras, un proceso que madura en un sano equilibrio de ambas. Aprender a valorar lo que no es perfecto y disfrutar de ello es un signo de salud mental y madurez del alma.

Te compartimos un cuento que ilustra lo explicado, extraído del libro de José María Doria, “Cuentos para aprender a aprender”:

La Pareja Perfecta

Érase una vez, una muchacha de nombre Nadia cuya belleza atraía a todos los hombres que la conocían, sin embargo y aún a pesar de ello, se encontraba turbada y sola.

Sucedía que Nadia, tras los primeras alegrías del encuentro con sus encantadoras parejas, no tardaba en encontrarles defectos tan evidentes que decidía postergar la propia entrega definitiva que ella ansiaba. Y así pasaba el tiempo en el que Nadia, por una u otra razón, no lograba satisfacer su deseo más ferviente: crear una familia feliz y disfrutar de ella.

Tanto sus padres como sus propias amistades, habían celebrado grandes festejos para apoyar su amor con algunos pretendientes, pero ella, al poco tiempo de tratarlos, sentía como su amor se marchitaba para seguir anhelando su ideal de pareja perfecta.

Algunas personas le decían que ello no dependía tanto de las cualidades de sus parejas, sino que el problema estaba en ella. Sin embargo, Nadia no podía creerlo, ya que los defectos que acababa viendo en sus consecutivos compañeros eran tan evidentes que cualquier paso adelante significaría forzar demasiado las cosas.

Un día, oyó hablar de un sabio que, según se decía, a todos conmovía por el consejo y lucidez que encerraban sus palabras. Aquella noche, Nadia, sin poder dormir, decidió acudir a su presencia e interpelar acerca de su propio problema. “Tal vez”, -se decía-, “me pondrá en el camino de ese hombre ideal con el que sueño”.

A la mañana siguiente, llegó hasta él y tras exponerle su mala suerte, le dijo: “Necesito encontrar la pareja perfecta, se dice que vuestras palabras son sabias, y yo tras muchos intentos frustrados, anhelo una solución ¿qué podéis decirme? Supongo que una persona de vuestra fama y cultura, sin duda habrá encontrado la pareja perfecta”.

Aquel anciano, mirando con un brillo intenso en sus ojos, le dijo. “Bueno, te contaré mi historia: A decir verdad, pasé también mi juventud buscando a la mujer perfecta. En Egipto, a orillas del Nilo, encontré a una mujer bella e inteligente, con ojos verde jade, pero desgraciadamente pronto me di cuenta de que era muy inconstante y egoísta. A continuación, viví en Persia y allí conocí una mujer que tenía un alma buena y generosa, pero no teníamos aficiones en común. Y así, una mujer tras otra. Al principio de conocerlas me parecía haber logrado el “gran encuentro”, pero pasado un tiempo, descubría que faltaba algo que mi alma anhelaba”. “Entre una y otra, fueron transcurriendo los años, hasta que, de pronto, un día…” dijo el anciano haciendo una emocionada pausa, “La vi resplandeciente y bella. Allí estaba la mujer que yo había buscado durante toda mi vida… Era inteligente, atractiva, generosa y amable. Lo teníamos todo en común”.

“Y ¿Qué pasó? ¿Te casaste con ella?” replicó entusiasmada la joven.

“Bueno…” contestó el anciano, “es algo muy paradójico… La unión no pudo llevarse a cabo.” “¿Por qué? ¿por qué?”, dijo incrédula la muchacha. “Porque al parecer”, dijo el anciano con un gran brillo en sus ojos: “Ella buscaba la pareja perfecta”.

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